«Comer un burro percherón es un viaje calmo de mordida en mordida, pareciendo que no tendrá fin, pero lamentablemente todo tiene un fin»
El octavo episodio de Degustando Barrio Sonora: Burros del Frank - Ven burro y se les antoja viaje, ya se encuentra disponible en nuestro canal de YouTube. Te invitamos a mirarlo aquí abajo. No olvides dar me gusta, comentar y suscribirte para no perderte los futuros episodios y todo nuestro contenido.
El desarrollo de los grandes países se mide por objetos largos. Algunos construyen edificios que llegan hasta las nubes, y otros montan misiles nucleares con dirección al enemigo, mientras tanto en Hermosillo, triplicamos el tamaño de un burrito de carne y lo bautizamos percherón.
Dentro de una sobaquera más grande que el sol, se manifiesta el encuentro entre el Hermosillo de antaño y el moderno. Aquel donde en los caminos de tierra abundaban caballos bajo sombrerudos, en el que ahora máquinas de andar están a un paso de ser autónomas.
Los encuentros con los burros percherones normalmente ocurren cuando el sol se ha marchado. Entonces la tortilla sobaquera se recuesta desnuda sobre la plancha para ser maquillada por un sutil pincel de mayonesa, seguido de una decoración resplandeciente de oro verde y rubíes, para finalizar destacando su elemento más importante, la carne que debilita a lo carnal.
A la mesa llega un cilindro metálico que sobresale de los bordes del plato. Comienza ahí el juego, y el único modo de comerlo es con calma. Se desenvuelve el aluminio, se muerde el burro, y paso a paso va uno echando la salsa habanera, chipotle, media crema y lágrimas de limón que te provoca muecas.
El camino mordisco a mordisco es una gloria porque aparentemente el burro percherón nunca se acabará, pero ya se dice por ahí que los buenos momentos duran poco. Cuando uno menos piensa no resta más que el aluminio de lo que fue un primer amor que surgió hace siete años, pero que se recuerda toda la vida.
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